La bombona
Mi marido y yo y nuestro hijo adolescente llegamos a España en octubre del 1989. Como no teníamos muebles, alquilamos una casa amueblada y empezamos a aprender cómo vivir aquí. El dueño de la casa explicó que había una huelga de los repartidores de butano y por eso solamente podía suplirnos una bombona casi vacía. Dijo que nos buscaría otra. Al mover la bombona nos dimos cuenta que había como máximo seis centímetros de líquido. Como nunca habíamos usado bombonas, no teníamos idea de cuánto tiempo tal cantidad podría servir a tres personas para bañarse y comer caliente.
El dueño volvió dos semanas después sin traernos una bombona llena y expresó sorpresa que no se había terminado la que teníamos. Le aseguramos que comíamos y nos bañábamos bien, pero después que él se fue empezamos a preguntar si realmente nos íbamos a quedar sin butano. Ya usábamos lo mínimo y no podríamos economizar más. Estábamos convencidos que Dios nos había indicado que viniéramos a España y que habíamos obedecido su dirección. Decidimos que en tal caso le tocaba a Dios hacer las provisiones y que no nos íbamos a preocupar.
Cuando el dueño vino a cobrar (sin bombona) dos semanas más tarde, estaba atónito al saber que seguía funcionando la que teníamos. Le contamos la historia de una viuda en la Biblia, que Dios hizo que un poco de aceite que ella tenía llenara muchos jarros. El hombre opinó que algo por el estilo ciertamente pasaba.
El último domingo de noviembre cuando preparé la cena, terminé de cocinar pero no apagué la candela. Se apagó solo. Después de 46 días, se había terminado el butano. Nuestro hijo opinó que a lo mejor se había terminado la huelga. De hecho, la mañana siguiente el camión estaba en la calle, a tiempo para que desayunáramos con café.
El dueño volvió dos semanas después sin traernos una bombona llena y expresó sorpresa que no se había terminado la que teníamos. Le aseguramos que comíamos y nos bañábamos bien, pero después que él se fue empezamos a preguntar si realmente nos íbamos a quedar sin butano. Ya usábamos lo mínimo y no podríamos economizar más. Estábamos convencidos que Dios nos había indicado que viniéramos a España y que habíamos obedecido su dirección. Decidimos que en tal caso le tocaba a Dios hacer las provisiones y que no nos íbamos a preocupar.
Cuando el dueño vino a cobrar (sin bombona) dos semanas más tarde, estaba atónito al saber que seguía funcionando la que teníamos. Le contamos la historia de una viuda en la Biblia, que Dios hizo que un poco de aceite que ella tenía llenara muchos jarros. El hombre opinó que algo por el estilo ciertamente pasaba.
El último domingo de noviembre cuando preparé la cena, terminé de cocinar pero no apagué la candela. Se apagó solo. Después de 46 días, se había terminado el butano. Nuestro hijo opinó que a lo mejor se había terminado la huelga. De hecho, la mañana siguiente el camión estaba en la calle, a tiempo para que desayunáramos con café.
Etiquetas: Dios contesta las oraciones, Dios nos cuida
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