Buenas Aventuras

En general, la religión es aburrida. Sin embargo, no hay nada más interesante en toda la creación que Dios mismo. No hay aventura mejor que las que podemos tener con Jesucristo. Siempre resultan buenas, y las historias no tienen nada de aburridas. Ser "bienaventurado", equivale a ser bendecido. Hace más de 40 años empecé a tener aventuras con Cristo. Aquí comparto contigo algunas de mis historias.

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Lugar: Indiana, United States

12.8.06

Un accidente del tren

Un par de años después de haber conocido a Jesucristo, me gradué de una universidad en el estado de Iowa en Estados Unidos, y fui a la ciudad de Nueva York para empezar estudios de postgrado en la Universidad Columbia. Unos amigos con quienes había pasado el verano me hicieron prometer que buscaría cierta muchacha que conocían que también estudiaba en la ciudad. Decían que ella tenía muchos problemas y le urgía tener una amiga.

Al prometer ayudarla, yo no sabía (y a lo mejor ellos tampoco) cuán difícil sería encontrarla entre tantos millones de personas, sin tener su dirección ni teléfono ni indicios exactos de donde estudiaba. Yo iba a la ciudad como cateta ignorante del campo, sin mucha idea de lo que me esperaba allí. El ir tan lejos solita era una aventura nueva y yo tenía mucha ilusión de lo que Dios iba hacer conmigo allí.

Fui en tren desde Chicago a Nueva York. A la mitad del viaje, en horas de la madrugada, mientras todos los pasajeros dormitábamos lo mejor que podíamos, de repente el tren paró, tirándonos de los asientos. Hubo un ruido fuerte y podíamos oír ruidos debajo del vagón. Un poco después pasó entre nosotros un oficial que dijo que habíamos chocado con una furgoneta que estaba parada en la vía, pero que nadie estaba ni herido, que todo estaba bien, excepto que el choque había dañado la máquina del tren y tendríamos que esperar allí hasta que nos llegara otra.

Naturalmente toda la gente que antes tenía mucho sueño ya estaba bien despierta. Antes nadie hablaba con nadie, respetando la privacidad. Pero en una aventura como estar en un accidente de tren, todo el mundo se sentía la libertad de hablar con su vecino. En eso descubrí que la muchacha a quien tenía que buscar estaba en el asiento exactamente detrás de mí.

Para mí, esto confirmaba que yo estaba en buen camino. Dios no solamente me había protegido en el accidente sino que lo había usado para lograr lo que Él quería hacer en mi vida y en la de mi nueva amiga. Estaba convencida que Él era capaz de controlar mi futuro, ocuriera lo que ocuriera.

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