Buenas Aventuras

En general, la religión es aburrida. Sin embargo, no hay nada más interesante en toda la creación que Dios mismo. No hay aventura mejor que las que podemos tener con Jesucristo. Siempre resultan buenas, y las historias no tienen nada de aburridas. Ser "bienaventurado", equivale a ser bendecido. Hace más de 40 años empecé a tener aventuras con Cristo. Aquí comparto contigo algunas de mis historias.

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Lugar: Indiana, United States

26.8.06

Para recordar lo bueno

Un día hace más de treinta años leía el Salmo 103 y encontré algo que cambiaría mucho mi vida. Dice el versículo 2, “Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.”

Lo medité unos minutos. Me di cuenta que no podía recordar bien tantas cosas buenas que Dios nos había hecho, ni las que habían ocurrido recientemente. Parecía que mi mente era un poco perversa, que recordaba mejor lo que había salido mal, las personas que se oponían a mí, lo que me hacía falta, y los errores que yo había cometido. Yo olvidaba demasiado fácilmente lo bueno y recordaba demasiado fácilmente lo malo.

¿Cómo podía cambiar eso? Decidí escribir cada día lo que percibía como bendición que Dios había dado ese día. Si estaba escrito, la mente tal vez podría olvidar, pero los datos existirían a pesar de eso. Cogí un cuaderno viejo y parcialmente usado y empecé en el acto a anotar lo que había pasado el día anterior. Cada mañana hacía lo mismo y era una bendición adicional tener mi mente puesta en lo positivo, buscando lo bueno para inmortalizarlo. Me hizo cambiar la perspectiva con la cual veía las cosas.

Había seguido ese hábito más de un año cuando un día en una conversación salió la idea que realmente era una bendición que habíamos hecho tal y no cual en cierta situación. No podíamos recordar exactamente cómo ni cuándo lo habíamos hecho, pero dije que eso no era problema. ¡Podría encontrarlo en mi cuaderno de recuerdos! ¡Iba a tener un uso práctico ese ejercicio diario!

Pero busqué en los cuadernos y no lo encontré. Evidentemente el día en que ocurrió, no me parecía una bendición. Ni me había parecido importante. Resolví en ese momento que iba a anotarlo todo, para que no olvidara las cosas. Resulta que eso no es posible, porque pasaría todo el tiempo escribiendo sin poder hacer otra cosa. Pero desde ese día empecé a escribir tanto lo bueno como lo “malo” que ocurría, porque tantas veces lo “malo” resultaba también una bendición a largo plazo.

Ahora tengo 28 cuadernos llenos de bendiciones. Por eso, si empiezo ahora a contarte mis aventuras buenas con Dios, tengo a mano el relato hecho en el mismo tiempo en que ocurrió. No te preocupes si visitas este sitio y encuentras que no he puesto una aventura nueva. ¡No se me han acabado! Y además ¡siguen las aventuras!