¿Por qué no aprendían ellos?
Ayer leía el Salmo 106 que da ejemplo tras ejemplo de cómo Dios ayudaba a los Israelitas y ellos muy pronto se olvidaban lo que había hecho. Me preguntaba cómo sería posible que viendo tantos milagros ellos pudieran abandonar su fe e ir por su propio camino.
Después de la lectura me puse manos a la obra intentando terminar de escribir algo que ha sido un proyecto largo. Hace tiempo he tenido la obra abandonada por no saber qué hacer con ella. Pero la semana pasada decidí pedirle al Señor que me diera el título del producto final, y dentro de unos minutos se me ocurrió un título que me servirá muy bien. Ayer me senté frente al ordenador para escribir y no se me ocurrió nada. Mente en blanco. La frustración que he sentido por meses volvía a atacar. Sentí la tentación de perder el tiempo con video juegos.
Y me vino el pensamiento, “¿Preguntas por qué no aprendían ellos? Debes entenderlo porque tú haces lo mismo. La semana pasada el Señor te dio el título. ¿Por qué no le has preguntado qué tienes que hacer ahora?”
Cuando pedí, me dio el próximo paso, algo tan obvio que lo extraño es que no lo viera antes. Parece que hay dos proyectos aquí. Yo intento escribir el libro. Al Señor le interesa el libro, pero aun más le interesa enseñarme a seguir dependiendo de su gracia en vez de habitualmente hacer las cosas a mi manera. Algo me dice que el proyecto mío es más fácil que el suyo.
Después de la lectura me puse manos a la obra intentando terminar de escribir algo que ha sido un proyecto largo. Hace tiempo he tenido la obra abandonada por no saber qué hacer con ella. Pero la semana pasada decidí pedirle al Señor que me diera el título del producto final, y dentro de unos minutos se me ocurrió un título que me servirá muy bien. Ayer me senté frente al ordenador para escribir y no se me ocurrió nada. Mente en blanco. La frustración que he sentido por meses volvía a atacar. Sentí la tentación de perder el tiempo con video juegos.
Y me vino el pensamiento, “¿Preguntas por qué no aprendían ellos? Debes entenderlo porque tú haces lo mismo. La semana pasada el Señor te dio el título. ¿Por qué no le has preguntado qué tienes que hacer ahora?”
Cuando pedí, me dio el próximo paso, algo tan obvio que lo extraño es que no lo viera antes. Parece que hay dos proyectos aquí. Yo intento escribir el libro. Al Señor le interesa el libro, pero aun más le interesa enseñarme a seguir dependiendo de su gracia en vez de habitualmente hacer las cosas a mi manera. Algo me dice que el proyecto mío es más fácil que el suyo.
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