Alabanza continua, parte II
Hace un par de semanas empecé un proyecto de publicar cada día algo por la cual puedo dar gracias a Dios. Lo he hecho hasta ahora añadiendo a la primera entrada (18 de abril) algo para cada día. Ahora que esa entrada ha crecido tanto, día tras día, el sistema se está rebelando y a veces no quiere publicar. Por esta razón cambio ahora y pondré el pensamiento de cada día como una entrada aparte.
Hoy estaba meditando sobre los peligros en que he andado durante mi vida, y doy gracias a Dios por su protección. Si tengo un ángel de la guardia ¡seguro que es fuerte y actúa rápidamente!
Pienso, por ejemplo, de una noche en que conducía un coche por una autovía en Connecticut (Estados Unidos). Estaba en el carril rápido a la izquierda, donde no me gusta estar pero no había remedio. No había arcén a mi izquierda, sino un muro de hormigón. Al doblar una curva a la izquierda, encontré de sorpresa unos 20 metros directamente en frente un coche parado, con gente adentro. Hormigón a la izquierda, un coche casi comiéndome el parachoques atrás y otro coche a mi lado derecho, a 110 km/hora, no había ni un segundo para reflexionar. Me fui a la derecha. No tengo idea de qué pasó con el coche que estaba a mi derecha. Desapareció. En la próxima salida, paré el coche por un tiempo, di las gracias, y esperé que se me calmara el corazón.
Podría contar docenas de historias así, de mi misma, de mis hijos, de mi marido. Y me pregunto si lo que sé es la totalidad. Seguro que ha habido multitudes de veces en que estaba en peligro pero ni me di cuenta. Doy gracias por la protección, sabiendo que sí llegará el día en que me tocará morir de alguna forma. Pero he puesto mi vida en manos del Señor y sé que me guardará hasta ese día.
Hoy estaba meditando sobre los peligros en que he andado durante mi vida, y doy gracias a Dios por su protección. Si tengo un ángel de la guardia ¡seguro que es fuerte y actúa rápidamente!
Pienso, por ejemplo, de una noche en que conducía un coche por una autovía en Connecticut (Estados Unidos). Estaba en el carril rápido a la izquierda, donde no me gusta estar pero no había remedio. No había arcén a mi izquierda, sino un muro de hormigón. Al doblar una curva a la izquierda, encontré de sorpresa unos 20 metros directamente en frente un coche parado, con gente adentro. Hormigón a la izquierda, un coche casi comiéndome el parachoques atrás y otro coche a mi lado derecho, a 110 km/hora, no había ni un segundo para reflexionar. Me fui a la derecha. No tengo idea de qué pasó con el coche que estaba a mi derecha. Desapareció. En la próxima salida, paré el coche por un tiempo, di las gracias, y esperé que se me calmara el corazón.
Podría contar docenas de historias así, de mi misma, de mis hijos, de mi marido. Y me pregunto si lo que sé es la totalidad. Seguro que ha habido multitudes de veces en que estaba en peligro pero ni me di cuenta. Doy gracias por la protección, sabiendo que sí llegará el día en que me tocará morir de alguna forma. Pero he puesto mi vida en manos del Señor y sé que me guardará hasta ese día.
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