¡Tamaña bendición!
Después de un mes con una pierna envuelta en escayola, estoy libre de nuevo. Aprecio como nunca antes la maravilla que es la habilidad de caminar con dos pies. El otro día miraba a un niño de un año ensayando el proceso, agarrado de un árbol, y me maravillaba. No aprecio lo bueno que tengo hasta perderlo, y en esto no me creo sola.
Cuando me enyesaron la pierna fracturada, una amiga que quería consolarme me dijo que tal vez era una bendición disfrazada. Yo pensaba _¡menudo disfraz!_ Pero ahora que he perdido esa “bendición” lo estoy pensando de nuevo.
En este mes descubrí que tengo muchos amigos más de lo que sabía. Me sorprendió la cantidad de personas que pasaron a la casa para verme, que preguntaron por mí en la calle, que me prestaron cosas, que me limpiaron la casa, que ayudaron a mi marido a reacondicionar la casa para que yo no tuviera que subir la escalera, que buscaron noticias para poner en un blog de noticias que mantengo, que me guisaron, que expresaron su alegría cuando me quitaron la escayola.
Soy rica.
Cuando me enyesaron la pierna fracturada, una amiga que quería consolarme me dijo que tal vez era una bendición disfrazada. Yo pensaba _¡menudo disfraz!_ Pero ahora que he perdido esa “bendición” lo estoy pensando de nuevo.
En este mes descubrí que tengo muchos amigos más de lo que sabía. Me sorprendió la cantidad de personas que pasaron a la casa para verme, que preguntaron por mí en la calle, que me prestaron cosas, que me limpiaron la casa, que ayudaron a mi marido a reacondicionar la casa para que yo no tuviera que subir la escalera, que buscaron noticias para poner en un blog de noticias que mantengo, que me guisaron, que expresaron su alegría cuando me quitaron la escayola.
Soy rica.
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