Mi vida como una ginkhana
El domingo pasado en el pueblo hubo una ginkhana, un concurso en la cual unos concursantes con cámaras tenían que descifrar unas indicaciones ambiguas para encontrar los lugares que tenían que fotografiar. Esta tarde tuve la sensación de estar participando en algo parecido.
Necesitaba una información. Una secretaria me dijo por la mañana que un solo hombre me podría informar. Ella intentó llamarlo por teléfono, pero no lo localizó.
Por la tarde se me ocurrió ir a una oficina donde a veces trabaja. Otra secretaria dijo que no estaba, que solamente trabaja por la mañana, y preguntó si yo tenía una cita. No tenía cita. En este punto se le cambió un poco la cara y dijo que precisamente hoy el hombre tenía una reunión, y que dentro de unos diez minutos pasaría por la oficina para recoger materiales para la reunión.
Decidí esperarle. Cuando él llegó, encontró la información que yo necesitaba en un archivo de la oficina, recogió sus cosas, y salimos juntos.
No tenía cita, pero lo que tenía era mejor. La información no estaba en la cabeza del hombre, sino en un papel en la oficina, y yo no sabía eso. Si hubiera encontrado al hombre en otro lugar, no me podría haber ayudado. Llegué a la oficina diez minutos antes de los únicos cinco minutos que él iba a pasar allí. El Espíritu Santo me estaba guiando, como las indicaciones de una ginkhana, para encontrar lo que necesitaba.
Esta experiencia es más importante que solamente la información que recibí, que no fue nada trascendente. La biblia dice que los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. (Romanos 8:14) Yo sé que por medio de Jesucristo soy hija de Dios, pero de vez en cuando me anima que Él me lo vuelva a confirmar.
Necesitaba una información. Una secretaria me dijo por la mañana que un solo hombre me podría informar. Ella intentó llamarlo por teléfono, pero no lo localizó.
Por la tarde se me ocurrió ir a una oficina donde a veces trabaja. Otra secretaria dijo que no estaba, que solamente trabaja por la mañana, y preguntó si yo tenía una cita. No tenía cita. En este punto se le cambió un poco la cara y dijo que precisamente hoy el hombre tenía una reunión, y que dentro de unos diez minutos pasaría por la oficina para recoger materiales para la reunión.
Decidí esperarle. Cuando él llegó, encontró la información que yo necesitaba en un archivo de la oficina, recogió sus cosas, y salimos juntos.
No tenía cita, pero lo que tenía era mejor. La información no estaba en la cabeza del hombre, sino en un papel en la oficina, y yo no sabía eso. Si hubiera encontrado al hombre en otro lugar, no me podría haber ayudado. Llegué a la oficina diez minutos antes de los únicos cinco minutos que él iba a pasar allí. El Espíritu Santo me estaba guiando, como las indicaciones de una ginkhana, para encontrar lo que necesitaba.
Esta experiencia es más importante que solamente la información que recibí, que no fue nada trascendente. La biblia dice que los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. (Romanos 8:14) Yo sé que por medio de Jesucristo soy hija de Dios, pero de vez en cuando me anima que Él me lo vuelva a confirmar.
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