En tierra seca
Hace meses que no llueve y toda la hierba se ha secado. Un día parecía que nos iba a caer agua y me aconsejaron que llevara paraguas. Respondí que no, que con mucho gusto me mojaría.
Espiritualmente me siento igual a esta tierra tan resecada. Pienso en el gozo que me daba ver la mano de Dios obrando en mi vida y en mi alrededor, y con mucho gusto me mojaría de nuevo con cosas como las cuales he escrito ya en este blog. Pero no tengo nada que decir.
Meditando sobre esto, me acordé de una caminata que hice en este mismo terreno que muestra la foto. Aunque era de verano, se me había olvidado llevar la botella de agua, por lo cual dentro de muy poco tiempo empecé a tener una sed tremenda. Mientras meditaba, me parecía que el Señor me decía que cuando yo quisiera sentir Su presencia tanto como quería agua ese día, tendría satisfecha mi sed espiritual.
Tengo sed, pero ¡tan fácil es distraerme! Tengo que trabajar. Unas cartas urgen escribirse. Me gusta estar con los amigos. Hay libros que reclaman ser leídos. Y tan atractivamente acechan Facebook y los juegos de ordenador.
Cuando David estaba en el desierto escribió, “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán, así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos." (Salmo 63:1-2)
Que llueva, que llueva.
Espiritualmente me siento igual a esta tierra tan resecada. Pienso en el gozo que me daba ver la mano de Dios obrando en mi vida y en mi alrededor, y con mucho gusto me mojaría de nuevo con cosas como las cuales he escrito ya en este blog. Pero no tengo nada que decir.
En esto parece que estoy de acuerdo con un hombre que vivió hace más de tres mil años. El Rey David, hablando de su relación con Dios, escribió, “Me acordé de los días antiguos; meditaba en todas tus obras; reflexionaba en las obras de tus manos. Extendí mis manos a ti, mi alma a ti como la tierra sedienta.” (Salmo 143:5-6)
Meditando sobre esto, me acordé de una caminata que hice en este mismo terreno que muestra la foto. Aunque era de verano, se me había olvidado llevar la botella de agua, por lo cual dentro de muy poco tiempo empecé a tener una sed tremenda. Mientras meditaba, me parecía que el Señor me decía que cuando yo quisiera sentir Su presencia tanto como quería agua ese día, tendría satisfecha mi sed espiritual.
Tengo sed, pero ¡tan fácil es distraerme! Tengo que trabajar. Unas cartas urgen escribirse. Me gusta estar con los amigos. Hay libros que reclaman ser leídos. Y tan atractivamente acechan Facebook y los juegos de ordenador.
Cuando David estaba en el desierto escribió, “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán, así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos." (Salmo 63:1-2)
Que llueva, que llueva.
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