Casa de sueños - o de pesadillas
Parecía ser la casa de nuestros sueños, grande, bonita, con un jardín estupendo, en una barriada tranquila. Nuestras hijas le habían pedido a Dios una casa de dos plantas, y también las tenía. Habíamos considerado tantas casas, o en tan mal estado que no habría manera de recuperarlas, o tan caras que no habría manera de pagarlas. Al fin con alegría entramos en la casa y empezamos a convertirla en hogar.
Como era una casa vieja, había que reparar muchas cosas. Pero pronto descubrimos que el número de cosas que había que arreglar era algo exagerado, y seguía aumentando. Si un día arreglamos cinco cosas, el día siguiente cinco cosas más mal funcionaron. Luego no era solamente la casa que había que reparar, sino nuestras cosas que habíamos traído también. Ya pensábamos que algo raro ocurría, pero lo supimos con claridad la mañana que se me cayeron juntamente los seis botones de la blusa que tenía puesta.
Además, nuestras hijas nunca habían sufrido de miedos por la noche, pero empezaron a tener dificultad en dormirse por miedo a no sabían qué. El hijo, aún bebé, lloraba mucho por la noche también. Poco a poco nos dimos cuenta de otro fenómeno – un frío que se sentía al entrar en la casa, pero que no se podía detectar con termómetro.
Empezamos a sospechar que los dueños anteriores nos habían dejado unos espíritus en la casa. El mundo espiritual incluye no solamente a Dios y los ángeles, sino también espíritus malignos. Parte del ministerio que Jesucristo tenía en su tiempo en la tierra era de liberar a la gente de la influencia de esos espíritus malignos. La Biblia nos dice que ahora Dios ha dado ese poder de liberación a los que se entregan sus vidas a Él. “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.” (Santiago 4: 7)
Esperamos unos días más para terminar todos los trámites de la compra de la casa, lo cual nos dio autoridad completa sobre ella, y la limpiamos espiritualmente. Lo hicimos de noche mientras los niños dormían, para no asustarles. Fuimos de habitación a habitación orando y demandando que cualquier espíritu que no fuera de Dios saliera en el nombre de Jesucristo.
No notamos nada especial esa noche, pero la mañana siguiente unas cosas que estaban en la lista para reparar ya funcionaban bien, y las cosas dejaban de romperse. Los hijos dejaron de sentir miedo en sus dormitorios. El frío desapareció. Unas semanas después cuando unos amigos vinieron para bendecir la casa, invitamos a nuestros nuevos vecinos a participar. Una de ellos dijo que hacía años que no iba a misa, pero había sentido la presencia de Dios en nuestra casa.
Después que habíamos vivido allí unos dos años, mi marido topó por casualidad en el centro de la ciudad al agente de inmobiliaria que nos había facilitado la compra. El hombre se mostró muy sorprendido al verlo. Preguntó por la salud de mi marido y luego por cada uno de la familia. Parecía aliviado, de veras, de oír que estábamos todos bien.
El agente le confesó a mi marido que su consciencia le había molestado mucho al vendernos la casa. Dijo que la casa tenía fama de ser embrujada, habitada por demonios, y varios de los últimos dueños habían muerto en circunstancias curiosas. El último dueño que nos la vendió a nosotros la vendía porque tenía miedo de lo que le podría pasar. Pero el agente dijo que como éramos norteamericanos y mi marido era científico, seguramente no creíamos en tales cosas, así que no nos afectarían, y por eso estábamos bien.
Cuál era su sorpresa cuando mi marido le dijo que era cierto, que había demonios en la casa, pero que la habíamos limpiado.
Como era una casa vieja, había que reparar muchas cosas. Pero pronto descubrimos que el número de cosas que había que arreglar era algo exagerado, y seguía aumentando. Si un día arreglamos cinco cosas, el día siguiente cinco cosas más mal funcionaron. Luego no era solamente la casa que había que reparar, sino nuestras cosas que habíamos traído también. Ya pensábamos que algo raro ocurría, pero lo supimos con claridad la mañana que se me cayeron juntamente los seis botones de la blusa que tenía puesta.
Además, nuestras hijas nunca habían sufrido de miedos por la noche, pero empezaron a tener dificultad en dormirse por miedo a no sabían qué. El hijo, aún bebé, lloraba mucho por la noche también. Poco a poco nos dimos cuenta de otro fenómeno – un frío que se sentía al entrar en la casa, pero que no se podía detectar con termómetro.
Empezamos a sospechar que los dueños anteriores nos habían dejado unos espíritus en la casa. El mundo espiritual incluye no solamente a Dios y los ángeles, sino también espíritus malignos. Parte del ministerio que Jesucristo tenía en su tiempo en la tierra era de liberar a la gente de la influencia de esos espíritus malignos. La Biblia nos dice que ahora Dios ha dado ese poder de liberación a los que se entregan sus vidas a Él. “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.” (Santiago 4: 7)
Esperamos unos días más para terminar todos los trámites de la compra de la casa, lo cual nos dio autoridad completa sobre ella, y la limpiamos espiritualmente. Lo hicimos de noche mientras los niños dormían, para no asustarles. Fuimos de habitación a habitación orando y demandando que cualquier espíritu que no fuera de Dios saliera en el nombre de Jesucristo.
No notamos nada especial esa noche, pero la mañana siguiente unas cosas que estaban en la lista para reparar ya funcionaban bien, y las cosas dejaban de romperse. Los hijos dejaron de sentir miedo en sus dormitorios. El frío desapareció. Unas semanas después cuando unos amigos vinieron para bendecir la casa, invitamos a nuestros nuevos vecinos a participar. Una de ellos dijo que hacía años que no iba a misa, pero había sentido la presencia de Dios en nuestra casa.
Después que habíamos vivido allí unos dos años, mi marido topó por casualidad en el centro de la ciudad al agente de inmobiliaria que nos había facilitado la compra. El hombre se mostró muy sorprendido al verlo. Preguntó por la salud de mi marido y luego por cada uno de la familia. Parecía aliviado, de veras, de oír que estábamos todos bien.
El agente le confesó a mi marido que su consciencia le había molestado mucho al vendernos la casa. Dijo que la casa tenía fama de ser embrujada, habitada por demonios, y varios de los últimos dueños habían muerto en circunstancias curiosas. El último dueño que nos la vendió a nosotros la vendía porque tenía miedo de lo que le podría pasar. Pero el agente dijo que como éramos norteamericanos y mi marido era científico, seguramente no creíamos en tales cosas, así que no nos afectarían, y por eso estábamos bien.
Cuál era su sorpresa cuando mi marido le dijo que era cierto, que había demonios en la casa, pero que la habíamos limpiado.
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