De ramos y espinas
Hoy me tocó leer el Salmo 22. No era porque es Domingo de Ramos y el Salmo describe lo que Jesucristo experimentó en la cruz, sino porque los leo en orden y ayer leí el Salmo 21. Es muy común que lo que leo cierto día tiene mucho que ver con mi vida de ese día.
Hoy me impresionó el versículo 6, donde el salmista dice que él es "oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo". Mil años después que se escribió esto, Jesús lo sufrió. El Domingo de Ramos Él entró en Jerusalén acompañado de gente muy alegre, gritando a su favor. Cinco días después la gente gritó en su contra y pidió su muerte. Merecía el honor de un Rey, como decían mientras meneaban los ramos, pero la corona que recibió era de espinos. Quién sabe si había unas personas que participaron en las dos multitudes, apoyándolo un día y traicionándolo luego.
Ese domingo, Jesús sabía perfectamente que venía el juicio y la muerte el viernes. Sabía que Judas y luego hasta Pedro le serían infiel, y que todos sus discípulos le iban a dejar solo. Esto tenía que haberle dolido tanto como el sufrimiento físico. Sus amigos, los que había venido para ayudar, le dejaron. Pero después de su muerte y resurrección, les buscó y estableció aun más firme su relación, prometiendo estar con ellos todos los días.
Es que tenemos la posibilidad de ofrecerle a Jesucristo tanto ramos como espinas. No quiero herirle, pero tengo en mí la tendencia a servir mis propios intereses en vez de los suyos. Doy gracias a Dios que sigue dispuesto a perdonar y volver a recibirme.
Hoy me impresionó el versículo 6, donde el salmista dice que él es "oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo". Mil años después que se escribió esto, Jesús lo sufrió. El Domingo de Ramos Él entró en Jerusalén acompañado de gente muy alegre, gritando a su favor. Cinco días después la gente gritó en su contra y pidió su muerte. Merecía el honor de un Rey, como decían mientras meneaban los ramos, pero la corona que recibió era de espinos. Quién sabe si había unas personas que participaron en las dos multitudes, apoyándolo un día y traicionándolo luego.
Ese domingo, Jesús sabía perfectamente que venía el juicio y la muerte el viernes. Sabía que Judas y luego hasta Pedro le serían infiel, y que todos sus discípulos le iban a dejar solo. Esto tenía que haberle dolido tanto como el sufrimiento físico. Sus amigos, los que había venido para ayudar, le dejaron. Pero después de su muerte y resurrección, les buscó y estableció aun más firme su relación, prometiendo estar con ellos todos los días.
Es que tenemos la posibilidad de ofrecerle a Jesucristo tanto ramos como espinas. No quiero herirle, pero tengo en mí la tendencia a servir mis propios intereses en vez de los suyos. Doy gracias a Dios que sigue dispuesto a perdonar y volver a recibirme.
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