Se afina la orquesta, habrá concierto
Me gusta hacer la música, especialmente con otras personas. Con instrumentos, con voces, no importa. Varias personas poniendo lo que pueden, producen un efecto mucho más de lo que uno podría hacer solo.
Para hacerlo, tienen que colaborar: cada uno tiene que ensayar con su instrumento para tocarlo bien, deben afinar sus instrumentos, tienen que decidir tocar la misma cosa, cada uno debe limitarse a tocar la partitura que le pertenece, y tienen que someterse a un director que indica el ritmo y cuándo hay que empezar. Si no son profesionales, también tienen que aceptar, enseñar, y a veces soportar a los que no saben tocar bien.
Los humanos somos como una orquesta en cuanto a nuestra convivencia. Dios le ha dado a cada uno unas habilidades, y a cada cristiano unos dones espirituales, para que participemos en la música de la vida. Si cada uno contribuye lo que puede, y lo hace de la manera debida, sale algo bonito.
Pero entra el egoísmo y queremos hacer las cosas a nuestra propia manera. Todos quieren ser el solista. El bajo quiere tocar como flauta. Cada uno va a su propio ritmo sin tomar en cuenta la dirección comunitaria. Algunos tocan totalmente otra cosa. No es de sorprender que los periódicos se llenen de las malas noticias que salen de allí.
Pero la música con buena harmonía es una manera de alabar a Dios. "Gritad con gozo al Señor, toda la tierra, cantad con júbilo con música; haced música con el harpa, con el harpa y el sonido del canto, con trompetas...." (Salmo 98:4-6) Sepamos cada uno ser buen administrador de los dones que Dios le ha dado para que salga la música y no cacafonía.
Para hacerlo, tienen que colaborar: cada uno tiene que ensayar con su instrumento para tocarlo bien, deben afinar sus instrumentos, tienen que decidir tocar la misma cosa, cada uno debe limitarse a tocar la partitura que le pertenece, y tienen que someterse a un director que indica el ritmo y cuándo hay que empezar. Si no son profesionales, también tienen que aceptar, enseñar, y a veces soportar a los que no saben tocar bien.
Los humanos somos como una orquesta en cuanto a nuestra convivencia. Dios le ha dado a cada uno unas habilidades, y a cada cristiano unos dones espirituales, para que participemos en la música de la vida. Si cada uno contribuye lo que puede, y lo hace de la manera debida, sale algo bonito.
Pero entra el egoísmo y queremos hacer las cosas a nuestra propia manera. Todos quieren ser el solista. El bajo quiere tocar como flauta. Cada uno va a su propio ritmo sin tomar en cuenta la dirección comunitaria. Algunos tocan totalmente otra cosa. No es de sorprender que los periódicos se llenen de las malas noticias que salen de allí.
Pero la música con buena harmonía es una manera de alabar a Dios. "Gritad con gozo al Señor, toda la tierra, cantad con júbilo con música; haced música con el harpa, con el harpa y el sonido del canto, con trompetas...." (Salmo 98:4-6) Sepamos cada uno ser buen administrador de los dones que Dios le ha dado para que salga la música y no cacafonía.
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