Buenas Aventuras

En general, la religión es aburrida. Sin embargo, no hay nada más interesante en toda la creación que Dios mismo. No hay aventura mejor que las que podemos tener con Jesucristo. Siempre resultan buenas, y las historias no tienen nada de aburridas. Ser "bienaventurado", equivale a ser bendecido. Hace más de 40 años empecé a tener aventuras con Cristo. Aquí comparto contigo algunas de mis historias.

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Lugar: Indiana, United States

21.10.06

La fe de un niño

Vi con mucha preocupación las primeras gotas de lluvia. Rápidamente las gotas aisladas se convirtieron en una lluvia constante, y luego en una tormenta intensa. Ni pude ver detrás de las cortinas de agua que caían alrededor de la casa.

Estaba preocupada por mis hijas, que dentro de unos minutos saldrían del colegio y empezarían a caminar el medio kilómetro a casa. No llevaban paraguas. Normalmente les habría preparado toallas, ropa seca y un chocolate caliente y les habría esperado con paciencia. Pero hoy no era un día normal y la situación era difícil. Inmediatamente después de su llegada del colegio tendríamos que meternos en el coche y viajar unos 600 kilómetros a otra ciudad, donde mi marido ya nos esperaba. Ya había empacado las maletas, que estaban en el maletero del coche. Como íbamos a quedarnos allí más de una semana, había empacado toda la ropa de que las niñas disponían. Si llegaran empapadas, no habría ropa seca para ponerles y tendrían que viajar horas en la ropa mojada.

¿Qué hacer? No podía ir al colegio con el coche para recogerlas, porque había tres o cuatro puertas de las cuales podrían salir y muchas opciones de calles para elegir su camino. Añadiendo esto a la dificultad de ver por la lluvia, lo más probable sería que ni las vería antes que llegaran a la casa aunque fuera a buscarlas.

Presenté mi problema al Señor, pero sin mucha fe de ver solución. También compartí mi preocupación con Andrés, mi hijo de cuatro años, que esperaba en casa conmigo. Cuando Andrés entendió por qué no quería que sus hermanas caminaran en la lluvia, él fue inmediatamente sin decir nada a la puerta de la casa. La abrió, sacó la cabeza afuera, miró al cielo, y gritó, “Deja de llover en el nombre de Jesucristo”.

Me sorprendió su acción, porque ni se me había ocurrido hacer tal cosa. Pero me quedé atónita cuando segundos después dejó de llover. De repente desaparecieron las cortinas de agua y no caía ni gota excepto de los árboles. Como que alguien hubiera cerrado el grifo.

Las niñas llegaron secas. Cerramos la casa y nos metimos en el coche para el viaje. Cuando el coche empezaba a moverse, volvió la lluvia con la intensidad de antes. Costaba conducir en tal lluvia, pero llegamos bien a nuestra destinación.

¿Quien tuviera la fe de un niño!

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8 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ojalá pudiera tener, más bien parece que la expresión correcta sería disfrutar, una fe así.

Pero algo dentro de mí, y mucho desde fuera de mí, me hacen dudar constantemente.

La fe de un niño es ciega, completa y absoluta, pero muchas veces irreal. No sé si es cierto que la fe mueve montañas, pero más montañas mueven las fuerzas de la naturaleza.

Un niño está convencido de que su papá lo puede todo, lo arregla todo y lo protege de todo. Y es necesario que lo crea así para concentrar sus esfuerzos en madurar otros aspectos de su constitución física y mental. Pero esto sólo ha de durar un tiempo, después habrá de aprender que papá no sólo no es omnipotente, sino que es bueno que no lo sea y así aprender a afrontar las dificultades de la vida y ponerles remedio, no confiar en que papá ya lo compondrá por mí.

Por ello, CREO que una fe ciega y absoluta es buena durante un tiempo, pero después ha de ser madurada y convencida para poder madurar como persona.

CREO que esa fe ciega ha sido, y sigue siendo, muy dañina para el mundo, pues resulta fácilmente manipulable.

Por supuesto, es una opinión personal, nada más.

2:08 p. m.  
Blogger Carolyn Kerr said...

Estoy de acuerdo que una fe "ciega" puede ser dañina, y que no es lo que conviene a un adulto. El niño que cree que su padre lo puede hacer todo gradualmente aprende que su padre es falible. Dios no es falible, pero los que hablan en su nombre sí lo son, y las cosas no son todas blancas ni todas negras. Un niño tiene que madurar en su fe igual que madura física e intelectualmente.

Sin embargo, hay muchos intereses que intentan convencernos que Dios no es real, que no nos ama, que no tiene poder, que no actuará en nuestra vida. Jesucristo dijo que no entraríamos en el Reino de Dios si no fuera como niños. Para eso tenemos que desoír las voces detractoras.

La vida sí tiene dificultades a las cuales tenemos que hacer frente y no debemos dejar nuestra responsabilidad confiando que "papá ya lo compondrá por mí". Pero Dios es un padre bueno, que interviene en nuestros problemas cuando le invitamos a hacerlo.

Tengamos cuidado que la reticencia a pedirle ayuda no sea en realidad una excusa por no querer que el control de nuestra vida se nos escape y que llegue a mandar Jesucristo.

6:51 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

En primer lugar, quisiera pedirle perdón por los días que tardo en contestar.
Desde luego, quien crea tener controlada su vida se engaña a sí mismo, pues existen tantos factores imposibles de controlar que nos afectan directamente que es una locura intentar controlarlos.

Quizás el refranero español, a veces sabio, tenga la respuesta: "a Dios rogando y con el mazo dando".

Realmente debamos pedirle ayuda a Dios, pero poniendo todo lo posible por nuestra parte. Nosotros nos encargamos de arreglar aquello que esté en nuestras manos y el resto confiárselo a Dios.

Respecto de la entrada en el Reino, creo que todos entraremos, pues si Dios es padre bondadoso y pura misericordia, no va apermitir que ninguno de sus hijos termine lejos de él.

Las voces detractoras, como usted las llama, no creo que haya que desoirlas, sino todo lo contrario, escucharlas muy bien y rebatir sus argumentos. Creo que de esas opiniones se puede aprender a responder nuestras dudas interiores, que todos alguna vez tenemos, pues como bien dice no todo es blanco ni negro, sino que existe una inmensa grama de grises, que son los que dan riqueza a la vida.

Personalmente no creo en la intervención directa de Dios en nuestras vidas, lo que sí creo es en su existencia y que según nos planteemos ésta y la relación personal con él nos veremos obligados a seguir un camino y en eso es en lo que nos influye.

Cuando la Biblia, como exposición de conceptos, nos habla de que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, yo interpreto que nos hizo libres de elegir, pues no existe otro animal en la tierra así. Según utilicemos esa libertad nos haremos dignos de ella, pero finalmente todos seremos recogidos, pues no hemos hecho más que seguir sus designios: ser libres.

Esto no implica libertinaje, pues somos libres, pero responsables de lo que hagamos con nuestra libertad.

7:23 p. m.  
Blogger Carolyn Kerr said...

Me parece que la Biblia, más que una exposición de conceptos, es una historia, escrita por muchas personas que creían que Dios intervenía directamente en su vida y en la vida de su pueblo. Aun las partes que no son explícitamente narrativas, como los salmos y los escritos de los profetas, abundan en la afirmación que Dios participa en la vida personal de su gente.

La intervención más grande que ha hecho fue la llegada de Jesucristo para vivir entre los humanos, enseñar por palabra y ejemplo cómo hay que vivir, experimentar el sufrimiento común a la humanidad, y ofrecer su vida para redimirnos. Para mí, uno de los versículos más tristes de la Biblia se encuentra en el primer capítulo del evangelio de Juan, donde dice que Cristo “vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron”. La gente religiosa lo rechazó. En aquel entonces, como ahora, la gente encuentra muchas razones para no querer que Dios intervenga en su vida.

Tienes razón, que es tan importante que somos libres de elegir. Somos libres de elegir, pero, como dices, somos responsables de lo que hagamos con nuestra libertad. Es decir, llevaremos las consecuencias de nuestras elecciones. Creo que Dios toma en serio si decidimos que no queremos que Dios intervenga directamente en nuestra vida. Es caballero. Si no le invitamos a entrar, queda fuera. Esto es cierto aun para los que se consideran “sus hijos”, pues el Cristo resucitado le dice a la misma iglesia, “Estoy a la puerta llamando. Si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con el, y él conmigo” (Apocalipsis 3: 20).

Así invita a cada persona a una relación personal. El privilegio de esta relación no se puede ganar por ser buena persona ni por actos religiosos, sino que es un regalo que Dios ofrece a los que se lo piden. De otras formas, no habría nadie que llegara a calificarse. Quiere intervenir personalmente, pero espera nuestro permiso.

6:56 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

No entiendo cómo el amigo ha llegado a la conclusión que somos responsables de los que hacemos con nuestra libertad, si Dios nos va a tratar igual a todos, hagamos lo que hagamos. Primero, me parece injusto. Además, la palabra "responsable" viene de "responder", que implica que hay otra persona a quien tendríamos que rendir cuentas. Si Dios no se mete en nuestros asuntos y si nos va a recoger a todos iguales, no hay a quien ser responsable, a quien rendir cuentas. Nos conviene, entonces, elegir hacer lo que nos dé la gana, que es precisamente lo que mucha gente hace hoy en día.

9:07 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Comenzaré por aclarar que dentro de la Biblia yo (y es algo totalmente personal) encuentro dos libros totalmente distintos: el Antiguo Testamento que me transmite muy poco y el Nuevo Testamento que es el que realmente admiro.

Al "otro amigo" comentarle que su idea de justicia no tiene nada que ver (a mi entender y creer) con la que Dios pueda tener.

A lo mejor él prefiere un infierno lleno de eterno sufrimiento para los pecadores. Yo creo que si Dios es todo bondad no rechazará a ninguno de sus hijos.

La imagen que yo recreo mentalmente es la de un hijo que ha hecho una travesura y se presenta ante el padre, incapaz de sostenerle la mirada temiendo el castigo, pero el Padre, se agacha, le abraza y todo queda perdonado.

¿Ante quién habrá que responder entonces? pues ante nosotros mismos.

Yo puedo discernir entre lo que está bien y está mal y yo soy mi propio juez. Durante mi vida podré engañarme con cualquier justufucación, pero llegará un momento en el que agacharé los ojos y esperaré la reprimenda que merezco, auque ésta no se produzca y no escuche el más mínimo reproche.

Y todos hacemos lo que nos dá la gana, en eso consiste la libertad. Otra cosa es que uno mismo se imponga un camino y unos límites, también elegido libremente, no por que así lo dice Dios, sino porque sabemos que es lo correcto.

1:58 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Supongo que es consoladora para algunas personas la idea que Dios nos deja libres para hacer lo que nos dé la gana y luego nos perdonará a todos, no importa.

Pero yo veo la violencia e injusticia que hay en el mundo y me pregunto ¿si existe Dios por qué no interviene? ¿Es que nadie nunca tendrá que responder por el genocidio de Sudán, el sufrimiento del pueblo norcoreano por la megalomanía de su dictador, y para no ir tan lejos las bombas terroristas del 11-S en Madrid? Entre Estados Unidos, Corea del Norte e Irán nos pueden destruir a todos con una conflagración nuclear ¿y Dios les va a decir que venga, te perdono?

Estamos en el proceso de revisitar los sucesos de la guerra civil en España. ¿Cuántas personas habrán dicho que no perdonarán nunca tantas barbaridades como se cometieron por las dos bandas? ¿Cuántas cosas no deben tener perdón de Dios?

12:11 p. m.  
Blogger Carolyn Kerr said...

Me parece que tienen razón tanto Juan Carlos como los amigos que creen que Dios va a perdonar a todos. Sus ideas parecen opuestas entre sí, pero si vamos un poco más al fondo hay lugar para las dos posiciones.

Creo que Dios respeta las decisiones que hacemos acerca de nuestra vida. Para los que queremos, El es nuestro Padre amoroso, bondadoso. Nos perdona cuando caemos en lo que a El no le agrada (y todos lo hacemos) y venimos pidiéndole perdón. La parábola del hijo pródigo que Jesucristo contó ilustra el corazón del Padre. No es injusto que nos perdone, porque el castigo que nos toca ya lo llevó su Hijo en la cruz.

Sin embargo, hay quienes no quieren nada que ver con Dios, que lo rechazan, vituperan a los que lo aman y maltratan a su prójimo. Él no va a forzar a tales personas a estar con Él después. ¿Qué gozo podrían experimentar al lado de alguien que siempre habían rechazado? Jesucristo también contó la parábola de un rico y un mendigo, en que el rico terminó separado de Dios porque lo había rechazado en su vida en la tierra. (Esta parábola también es de Nuevo Testamento).

La elección la hacemos ahora, si queremos tener una vida con Dios o sin Él, y Él respeta lo que decidimos.

4:30 p. m.  

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