Y por favor, ayuda a la mujer con pelo largo que toca el piano
“Y por favor, ayuda a la mujer con pelo largo que toca el piano.” Así nuestra hija Rebeca concluyó sus oraciones una noche. Era la costumbre de la familia orar juntos antes de acostar a los niños. Normalmente intercedían por amigos y miembros de la familia, pero esta referencia no parecía corresponder a nadie que Rebeca pudiera conocer.
Cuando le pregunté quién era, me dijo que no sabía, pero había “visto” la imagen de una mujer, a quien describió ampliamente, y sabía que esa mujer necesitaba la ayuda de Dios. Era una descripción muy exacta de una amiga mía que asistía a un grupo de estudio bíblico y oración que yo dirigía. Nuestra hija nunca la había conocido, pero tenía razón, que la mujer necesitaba ayuda. Estaba enferma, su puesto de trabajo estaba en peligro, su marido la maltrataba, y sufría de mucha ansiedad y depresión. También resistía la idea de entregar su vida a Jesucristo. A pesar de sus dificultades, prefería mandar ella en vez del Señor.
Rebeca oró por ella esa noche y un par de noches más. La próxima semana cuando vi a la mujer, estaba dispuesta a dejar que Jesucristo entrara en su vida. En las semanas siguientes su ansiedad y depresión disminuían y su salud mejoraba. Consiguió un trabajo nuevo. Su marido seguía igual, pero ella encontró maneras de esquivar lo peor. En unos meses parecía totalmente otra mujer.
Dios tenía que haber amado mucho a esa mujer para llamar así a una niña a la oración por ella. Que yo sepa nadie hizo nada más por ella que no estábamos haciendo ya. Parece que realmente importan las oraciones que hacemos a favor de otros. No es necesario ser un gigante espiritual para que Dios nos escuche, tampoco. La petición sencilla de una niña vale.
Cuando le pregunté quién era, me dijo que no sabía, pero había “visto” la imagen de una mujer, a quien describió ampliamente, y sabía que esa mujer necesitaba la ayuda de Dios. Era una descripción muy exacta de una amiga mía que asistía a un grupo de estudio bíblico y oración que yo dirigía. Nuestra hija nunca la había conocido, pero tenía razón, que la mujer necesitaba ayuda. Estaba enferma, su puesto de trabajo estaba en peligro, su marido la maltrataba, y sufría de mucha ansiedad y depresión. También resistía la idea de entregar su vida a Jesucristo. A pesar de sus dificultades, prefería mandar ella en vez del Señor.
Rebeca oró por ella esa noche y un par de noches más. La próxima semana cuando vi a la mujer, estaba dispuesta a dejar que Jesucristo entrara en su vida. En las semanas siguientes su ansiedad y depresión disminuían y su salud mejoraba. Consiguió un trabajo nuevo. Su marido seguía igual, pero ella encontró maneras de esquivar lo peor. En unos meses parecía totalmente otra mujer.
Dios tenía que haber amado mucho a esa mujer para llamar así a una niña a la oración por ella. Que yo sepa nadie hizo nada más por ella que no estábamos haciendo ya. Parece que realmente importan las oraciones que hacemos a favor de otros. No es necesario ser un gigante espiritual para que Dios nos escuche, tampoco. La petición sencilla de una niña vale.
Etiquetas: Dios contesta las oraciones, Influir en la vida de otras personas
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