Sin flores ni música
Hoy recibí todavía otro reenvío por email. Seguro conoces el género. Fotos bonitas de paisajes o flores o animalitos adorables, música clásica, y un texto que me urge amar mejor a mis semejantes, no menospreciar a nadie (incluso a mi misma), sacar tiempo para apreciar la naturaleza, o algún otro consejo similar. Casi siempre concluye con una admonición de reenviarlo a diez amigos si realmente soy buena persona.
Me gustan las orquídeas, las montañas rocosas, la Serenata de Schubert y las mariposas. Pero ellas no me ayudan nada cuando debo responder amablemente a alguien que me ha insultado. La foto de un río no me da fuerza para seguir cuando no dormí la noche anterior y el ordenador se pone rebelde otra vez y se quema la comida y una amiga llama y quiere contarme todas sus penas. Consejos baratos hay por todas partes y ninguno de ellos, con o sin música, me convierte en mejor persona.
Ni mencionar que algunos de los consejos se contradicen entre sí. “Cuando has llegado al final de tus recursos, agárrate bien y no te rindas.” “Cuando has llegado al final de tus recursos, suelta la soga y deja que Dios trabaje.”
Lo que necesito es algo que me haga mejor persona, incluso en la suciedad de este mundo. También necesito a alguien que me ayude a levantarme cuando he caído en la mugre, me limpie las lágrimas, calle la voz acusadora que me dice que ahora sí que todo lo haya arruinado, y me ponga otra vez a intentar de nuevo.
Jesucristo participó en la creación de los tulipanes y los Alpes, pero también es Dios en medio de las fábricas viejas y sucias, la notificación que te han despedido del trabajo, y el hijo que te declara que te odia. Y es allí donde lo necesitamos más. En el sol con flores, cualquiera.
Doy gracias que Jesucristo no es el santito debilito que muchas veces se parece en algunos dibujos de Él. Se involucra en mi vida. Me levanta y me perdona cuando no soy lo que debo ser. El Espíritu Santo dentro de mí me da las ganas de hacer lo que me pide y me guía.
Y los reenvíos como el Espíritu me mueva, y sin obligación.