Buenas Aventuras

En general, la religión es aburrida. Sin embargo, no hay nada más interesante en toda la creación que Dios mismo. No hay aventura mejor que las que podemos tener con Jesucristo. Siempre resultan buenas, y las historias no tienen nada de aburridas. Ser "bienaventurado", equivale a ser bendecido. Hace más de 40 años empecé a tener aventuras con Cristo. Aquí comparto contigo algunas de mis historias.

Mi foto
Nombre:
Lugar: Indiana, United States

27.11.06

Compartir lo que no hay

La Biblia nos dice que practiquemos la hospitalidad, aun con personas que no conocemos bien, porque algunos así han hospedado a ángeles. Siempre me ha gustado tener invitados, ángeles o no, pero una vez le dije a mi marido que no invitara a un necesitado a comer.

Ocurrió cuando salíamos de la iglesia un domingo por la mañana. Mi marido vio entre la gente a un anciano que él había conocido hacía años. El hombre venía de otra ciudad algo lejos y no tenía familia en nuestro pueblo. No le conocían muchas personas de la iglesia y era obvio que él tendría que almorzar solito. Mi marido me dijo que teníamos que invitarle a comer con nosotros en casa.

Pero no había comida en casa. Normalmente yo podía producir algo, aunque hiciera mucho tiempo que no había ido al supermercado. Pero ese día no había absolutamente nada en la cocina. Ni carne ni queso ni macarones ni pan ni judías ni una lata de atún. Bueno, sí había un pedazo de carne congelada, pero en esos días antes de los microondas habría sido imposible prepararla.

Dije que no. Pero mi marido dijo que teníamos que hacerlo y que Dios proveería lo necesario. Consentí al fin, pero con mucha preocupación.

El hombre se puso tan contento con nuestra invitación que me sentía aún peor, porque no iba a ser tan bonito como él suponía. Sin embargo, él dijo que no aceptaba la invitación. Estaba tan impresionado por la invitación que insistió en llevarnos a comer en un restaurante. El restaurante que él eligió era el más elegante de toda la región, un lugar del cual nunca habíamos pensado ni traspasar el umbral, con el presupuesto familiar que teníamos. La comida resultó fabulosa y la conversación también, y pasamos la tarde muy a gusto.

Intento recordar que cuando practico la hospitalidad puede ser que el ángel me hospede a mí.

Etiquetas: ,

20.11.06

El miedo y el amor

Los que me conocen ahora tienen dificultad en creerlo, pero no tuve ningún amigo hasta la edad de 20 años. Temía tremendamente a la gente. Me aislaba completamente del contacto social, porque "siempre" tal contacto resultaba en vergüenza para mí. Era como si mantuviera un muro a mi alrededor, un muro unos dos metros de alto y grueso como los muros de un castillo. Con almenas, por si acaso.

Un año después de entregar mi vida a Cristo, yo cobraba más confianza en el Señor y lo que El quería hacer en mi vida. Desarrollé el hábito de leer la Biblia todos los días. Un día leí 2 Timoteo 1: 7, y me impresionó mucho. Dice: "No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio". "Cobardía" a veces se traduce también como "miedo" o "temor". Yo sabía que tenía una actitud de temor.

Pero pude ver a partir de este versículo que Dios no me había dado tal actitud. No sabía de dónde la tenía, pero decidí que si Dios no me la había dado, no la quería. ¿Qué actitud había que tener, entonces? Dice: "una actitud de poder, de amor y de dominio propio". Me parecía una broma muy pesada. No sentía nada de poder ni amor ni dominio propio en mi interior. Pero si en teoría lo había recibido ya, decidí actuar como si fuera cierto. Cuando se me presentaba la posibilidad de tener que relacionarme con la gente, intentaba preguntarme qué haría si yo tuviera amor en vez del miedo que sentía. Luego reclamaba el poder y el dominio propio que se me prometían y actuaba como si tuviera amor, queriendo o no. Para mi completa sorpresa, no me iba mal. La gente no me rechazaba. Poco a poco iba haciendo amigos, algo que en mi vida nunca había tenido.

Unos meses después me llegó un mensaje del decano de la facultad de la universidad donde estudiaba. Normalmente una nota del decano inspira miedo en el corazón de cualquiera. Fui a verlo. Dijo que en una reunión de la facultad esa mañana habían hablado de mí. Habían notado que mi conducta había cambiado mucho últimamente, que estaba mucho más libre, mucho más alegre. Querían saber qué me había pasado.

Más de 40 años más tarde, aún tengo momentos en que el miedo quiere apoderarse de mí. Quiero esconderme detrás de mi muro y no ver a nadie. Pero ahora mi patrón normal de estar con las personas es más libre. Puedo elegir amar a mi prójimo.

Etiquetas: ,

19.11.06

Historias de ahora

Alguien me ha preguntado por qué todas las historias que cuento en esta página parecen haber ocurrido hace tiempo. Querían saber si Dios operaba en aquel entonces pero ahora no, o qué.

Sigo teniendo aventuras como las que cuento aquí, pero hay otras personas involucradas en casi todas. Por eso las historias no son totalmente mías para contarlas en el Internet, especialmente cuando las otras personas tal vez no estarían muy contentas que parte de su vida saliera publicada en una página que habla de Jesucristo. Han tenido una aventura con Cristo, pero no lo reconocen o no quieren apoyar nada que tenga que ver con el Cristianismo. En algunos casos aunque yo no dijera los nombres, no sería tan difícil para gente que me conoce adivinar quiénes son. Quiero respetar la privacidad de los que han compartido aventuras conmigo.

12.11.06

Otra manera de cambiar el vecindario

Estábamos bastante contentos con la nueva casa que habíamos alquilado. Era bonita y tenía todo lo que realmente necesitábamos. Pero después de unas semanas de vivir allí nos dimos cuenta que el vecindario tenía un problema: un cortijo abandonado.

No nos parecía buen lugar para el futuro de nuestro hijo adolescente, pues frente a nuestra casa se congregaron los que vendían y usaban drogas. Entrar por allí, aun durante el día, daba miedo por el aspecto hostil y enfermizo de los “inquilinos”.

Mi marido decidió tomar cartas en el asunto. Recordamos que cuando Colón llegó a América declaró que tomaba la tierra en el nombre de los Reyes de España. Caminando alrededor del cortijo, mi marido oraba y declaraba que tomaba esa parcela en el nombre del Rey de Reyes (un nombre bíblico para Jesucristo). Tomando ejemplo de la historia de Josué en la batalla de Jericó (del libro bíblico de Josué, capítulo 6), lo hizo siete veces.

En menos de un mes llegaron las máquinas y derribaron lo que quedó del cortijo, dejando el suelo limpio, listo para construir un bloque de pisos.

Unas semanas después comentamos con una vecina lo que había ocurrido. Ella dijo que era una bendición, que hacía muchos años que los vecinos habían intentado quitar esa ruina.

Hubieran orado antes.

Etiquetas: ,

5.11.06

El indicador en cero

Habíamos calculado muy mal. O tal vez, no me acuerdo muy bien, no habíamos calculado nada. Pero el resultado era que nos encontramos en el campo a unos cien kilómetros de la capital, en un enorme coche alquilado que engullía gasolina, y con el indicador de combustible en “cero”. No habría gasolinera antes de llegar a la ciudad.

Lo peor era que mis padres estaban con nosotros. Habían venido a Costa Rica para visitarnos. Les habíamos llevado, con nuestros tres niños, a conocer otras partes del país, y veníamos de regreso a la casa. Su presencia con nosotros era un problema porque ellos apenas soportaban nuestro entusiasmo para Jesucristo. Cuando decíamos algo de que el Señor nos cuidaba y nos suministraba lo necesario, mi madre generalmente respondía con un sorbo por las narices y cambiaba el tema. ¿Cómo reaccionarían si nos quedáramos inmovilizados en el campo sin recursos? Sin embargo, a mí no me tocaba defender a Dios. Él es perfectamente capaz de defender a si mismo.

Todavía funcionaba el motor, pero como no era nuestro coche no sabíamos cuánta gasolina podría quedar con el indicador tan bajo. Seguimos el camino, orando, y yo empezaba a estudiar un plano de la ciudad para descubrir el camino más corto a la primera estación que conocíamos. Cayó la noche mientras dábamos gracias por cada kilómetro recorrido.

Entramos en la ciudad y empecé a dar direcciones del plano, esperando que no hubieran cambiado el sentido de las calles de dirección única. Una sola vuelta equivocada podría dejarnos paralizados. Pronto vimos la gasolinera, a unos dos cientos metros, pero había que esperar en un semáforo en rojo, consumiendo gasolina preciosa.

Cuando las ruedas delanteras del coche tocaron la entrada a la estación, el motor dejó de funcionar. Había momento suficiente para que el resto del coche subiera la cuesta de la entrada también, así que no obstaculizamos la calle. Dando gracias a Dios empujamos el coche hasta la bomba. Otra vez el Señor nos había sacado para adelante.

Etiquetas: ,