Buenas Aventuras

En general, la religión es aburrida. Sin embargo, no hay nada más interesante en toda la creación que Dios mismo. No hay aventura mejor que las que podemos tener con Jesucristo. Siempre resultan buenas, y las historias no tienen nada de aburridas. Ser "bienaventurado", equivale a ser bendecido. Hace más de 40 años empecé a tener aventuras con Cristo. Aquí comparto contigo algunas de mis historias.

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Lugar: Indiana, United States

27.6.07

Nuestro pan de cada día

En el mundo desarrollado nos hemos acostumbrado a tener provisiones para muchos días. Ya no nos presionan las preocupaciones de la sociedad agraria en que Jesucristo vivía cuando enseñó a sus discípulos a pedirle de su Padre el pan de cada día. Por eso hemos perdido el sentido de depender de Dios para todo lo que necesitamos. Sustituimos la dependencia, tan incómoda, por cuentas bancarias, seguros, y almacenes de grandes superficies. Una vez una amiga de un país subdesarrollado me dijo que oraba por nosotros porque sería tan difícil mantener una fe viva en medio de tantas riquezas.

Es cierto. Hace falta experimentar día tras día la provisión del Señor. Hace un poco más de un año empecé otro blog, que cuenta las noticias del pueblo donde vivo. (Si no has entrado aquí por medio del otro blog, puedes visitarlo en noticiasdeguzman.blogspot.com). No sabía en ese entonces de dónde vendrían las noticias que me comprometía contar. Durante este año he tenido que depender de Él para enterarme de lo que pasa. Tantas veces he llegado a un lugar justo en el momento en que algo importante ocurría, sin saber nada de antemano. La gente me ha informado de eventos y situaciones a tiempo para compartirlos en el blog. En un año muy pocos días han pasado sin noticia alguna.

No es nada automático. Estoy disfrutando de la dependencia porque es una buena aventura no saber por la mañana lo que va a ocurrir durante el día, ni lo que voy a escribir, ni a quién voy a conocer.

16.6.07

Una amiga en la cárcel

Pregunté por la salud de una amiga que generalmente tiene cara de sufrida. Me contó sus problemas, concentrándose en un daño que alguien le había hecho hacía años. Había sido un asunto serio, y no me sorprendió mucho cuando ella dijo que a esa persona no le iba a perdonar nunca.

No me sorprendió, pero sí me entristeció, porque podía ver que mi amiga sufría mucho pensando en sus heridas. Le dije que no me parecía justo que la persona estaba haciéndole sufrir dos veces: el daño original y ahora la amargura y la tristeza que le estaban arruinando la vida. Ella admitió que era cierto lo que yo decía.

Yo recordaba la libertad y alegría que yo había experimentado cuando al fin podía perdonar a algunas personas que me habían agredido, y se lo conté. Luego le animé a hacer igual, a perdonar a su enemigo para estar libre ella.

Ella explotó. Declaró que eso no tenía perdón de Dios y que jamás iba a dejar de hacer sufrir a esa persona. Señalé que la persona que estaba sufriendo no era el otro, sino ella misma, y que el otro a lo mejor ni sabía de su resentimiento. No le importaba.

Intenté acercarme por otro camino. Sabiendo que solía asistir a misa, el pregunté por su manera de rezar el Padre Nuestro. Allí se pide que nuestro Padre Celestial perdone nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Si no queremos perdonar, estamos pidiendo que Dios no nos perdone a nosotros. Ella dijo que no tenía nada que ver porque ella era una persona buena y nunca había hecho nada semejante a nadie.

En ese momento las circunstancias forzaron que nos despidiéramos hasta otro día. Las dos nos fuimos tristes, ella por lo de siempre y yo porque se cumplía en ella lo que Jesucristo dijo que sucedería a los que no querían perdonar. En Mateo 18: 23 - 35 cuenta la parábola de los dos deudores, en que un siervo a quien su señor había perdonado una deuda no quiso perdonar a otro. Dice, "Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas."

Si no queremos perdonar, Dios nos deja en manos de "los verdugos", para sufrir del resentimiento, del odio, de la tristeza, de la depresión. Nos da la llave de la cárcel. Si perdonamos, salimos libres. Si no, seguimos torturados. Tanta gente prefiere no perdonar, y queda en la cárcel.

Pero tenía razón mi amiga. Es una persona buena comparada con la mayoría de la gente. Siempre está ayudando a alguien. Tal vez por allí está el problema. Cada uno se considera bueno, y son los otros los malos. Si no tengo nada por el cual buscar el perdón de Dios, si nunca he experimentado la bendición de saber que Dios ha perdonado mi pecado por la sangre de Cristo, difícilmente me motivo a perdonar a otros. En Efesios 4: 32, San Pablo nos exige que nos perdonemos los unos a los otros como Dios también nos ha perdonado en Cristo.

Parece que la libertad no es para los buenos, sino para los que reconocen que son pecadores.

9.6.07

Adelante, Susana

El mensaje de correo electrónico que acabo de recibir es largito y lleno de errores de gramática y ortografía. Es de una mujer que apenas conozco (creo que hablé unos diez minutos con ella hace dos años), pero me cuenta con mucho detalle sus planes para el verano. Sin embargo, el mensaje me ha tocado.

Susana tiene parálisis cerebral. Es muy consciente de que tiene un aspecto raro. Cuando camina parece que en cualquier momento se va a caer. Le cuesta coger cosas en las manos. Cuando habla es difícil entender lo que dice.

¿Quieres adivinar lo que ella va a hacer este verano? Trabajará en un campamento para niñas. No irá a un campamento para minusválidos para que otros le mimen y le sirvan, sino va a trabajar para ayudar a niñas "normales". Ya serán 13 veranos en que lo ha hecho, y están tan deseosos que ella participe que le han construido rampas para su silla de ruedas y una ducha más grande para hacer su vida más cómoda. Su trabajo oficial está en la oficina, pero lo más importante ¡es su papel como consejera para niñas con problemas!

Traduzco del inglés (y corrijo un poco) un párrafo: "Me encanta cuando unas niñas dicen que tengo una sonrisa impresionante. Cuando anticipo que dirán que camino y hablo de una manera rara, ven más allá de mis limitaciones y perciben a una persona a quien quieren. Luego no van a tener miedo de otros similares que pueden ver en el cole, sino verán a alguien que puede ser un amigo. Gracias, Señor, que es maravilloso que me uses de tal manera."

Cuando yo llegué al final de la carta me sorprendió la despedida. Dijo que por fin había llegado, que era la tercera vez que lo había escrito porque las dos veces antes cuando intentó mandar la carta el ordenador la perdió. En mi imaginación la vi sentada al teclado metiendo las palabras letra por letra con un dedo y podría sentir lo que tenía que haber sido frustración cuando desapareció sin señas su trabajo. No se dio por vencida.

Pues, adelante, Susana. Tu deseo de ser útil y ayudar no solamente a las niñas del campamento sino a otros descapacitados que ellas conozcan luego es modélico. También lo es tu persistencia cara a las dificultades, que para ti son muchas. Te quiero.